Con sus botas llenas de lodo, su pantalón mojado hasta las rodillas y con su corazón embargado por la tristeza, Carlos observa a sus vecinos enmedio del agua, siente la desolación y lamenta el desastre causado por el Huracán ETA en su colonia Celeo Gonzales del sector Planeta, del departamento de Cortés en el norte de Honduras.
Familias como la de Carlos lograron salir antes de la inundación, pese a que dejaban atrás todas sus pertenencias, alcanzadas con el trabajo de toda una vida. Hoy, Carlos agradece a Dios por la vida de su familia y la propia; ya que al volver a su colonia en la que el nivel del agua ha bajado un poco, se muestran los escombros de todo lo ocurrido y muchas familias lloran a familiares que aún no encuentran o que murieron durante la tormenta.
Además de Carlos Irías, Jorge Hernández y María Avilés, quienes han sido parte del equipo de CESAL, en iniciativas como “Juntos en Acción por la Convivencia”, “Unidos por la Justicia” y “Empleando Futuros” en la costa norte de Honduras, financiadas con fondos USAID a través de operadores como CHEMONICS, DAI GLOBAL y BANYAN GLOBAL respectivamente; también han perdido todo, debido a las inundaciones en Chamelecón y en el sector Rivera Hernández.
Al igual que nuestros tres compañeros, miles de familias hondureñas de La Lima, Choloma, Villanueva, Colonia Planeta, Pimienta, Triunfo de la Cruz, Sambo Creeck y muchas otras comunidades de la zona norte y del litoral atlántico de Honduras, perdieron todo lo que han trabajado durante muchos años, sus hogares están llenos de lodo, sedimentos y tristeza.
En una comunicación reciente que el equipo de CESAL en Tegucigalpa tuvo con Carlos, sentimos su enorme dolor, no sólo por su familia, sino por su comunidad; la enorme confusión de Carlos ante un horizonte incierto, no ha mermado su esperanza, repite “vamos a salir de esto, no sé cómo, pero vamos a salir de esto”. La camisa que Carlos carga es enorme, lleva impresa su propia esperanza, la de su gente, la de su comunidad y la de un pueblo que lucha por salir de la tormenta.
EL IMPACTO SE DICE CON NUMEROS, PERO SE LAMENTA CON VIDAS
Según el informe de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la Misión de las Naciones Unidas en Honduras, entre el 1 al 8 de noviembre, más de 1.8 millones de hondureñas y hondureños han sido afectados por las inundaciones provocadas por el Huracán Eta, que a su paso por Honduras se había convertido en depresión tropical y los daños causados son catastróficos, se contabilizan unas 38 personas fallecidas, aunque hay comunidades a las que aún no han podido entrar y los esfuerzos de socorro están dirigidos a rescatar a las personas que aún viven. Hay decenas de personas desaparecidas, se han contabilizado unos 28.000 rescates, además de haberse habilitado unos 348 albergues en diferentes zonas del país, y algunos de estos albergues ya reportan casos positivos de COVID-19.
También el informe de la OCHA contabiliza unas 68 comunidades con unas 96.000 personas incomunicadas, “21 puentes destruidos, 27 dañados y alrededor de 112 afectaciones a infraestructura vial en todo el territorio nacional. Se reportan más de 220.000 manzanas de cultivos dañadas o afectadas; los departamentos de Cortés, Yoro, Santa Bárbara, Atlántida, El Paraíso y Colón reportan más de 1,4 millones de personas afectadas.
Aunque la respuesta a nivel gubernamental ha sido lenta, la solidaridad y amor de las y los hondureños se ha manifestado desde que se dieron las primeras inundaciones. Lancheros artesanales viajaron varios kilómetros para apoyar con sus botes, empresarios locales han destinado fondos para combustible y alimentación; y en general, la población hondureña de forma masiva ha organizado recolecta de víveres, ropa, dinero y todo lo que está a su alcance, para llevarlo a las zonas que a nivel nacional han sido más afectadas por Eta y donde aún hay familias que han permanecido varios días sobre los techos de sus casas o aferradas a árboles, esperando que los cuerpos de socorro pudieran entrar a rescatarles.
Honduras está viviendo uno de sus momentos más duros en su historia contemporánea, un pueblo noble, que casi al límite de sus fuerzas y posibilidades (luego del enorme daño causado por la COVID-19, que aún está latente y sigue cobrando vidas) sigue luchando, sigue ayudando a quienes hoy sufren y que aún no se ha detenido a pensar ¿qué pasará después de la tormenta?, porque es un pueblo solidario; nos hace recordar en CESAL, que necesitamos ayudar a Carlos y a las miles de familias que hoy sufren y que, “aunque son momentos duros, el amor es más grande”.
Desde CESAL hacemos un llamado a la cooperación internacional, para venir en rescate de este pueblo que ha logrado salir del agua, pero espera que brille el sol nuevamente.