Llegué a El Salvador en 2006, desde el sector financiero, por una invitación personal de algunos amigos que sabían que mi vida necesitaba un cambio.
La adaptación es rápida. En América Latina te sientes en casa con facilidad porque compartimos muchas cosas. Siempre hay algunas limitaciones por la falta de servicios; la violencia social que te lleva a tomar ciertas precauciones… Pero en general es una vida muy natural y humana.
Solo hace falta comprender que compartimos con el resto de la humanidad el mismo deseo de progresar y ser felices, simplemente los puntos de partida son distintos. Acompañarles y dejarse acompañar en ese proceso, es una aventura fascinante.
Lo más duro sin duda es convivir con la injusticia y la falta de oportunidades, son asimetrías que nunca dejan de doler. Lo más conmovedor es ir verificando que estás en el lugar donde debes estar, donde tu esfuerzo tiene un impacto y la vida se hace fecunda.
CESAL es un lugar donde te dan las herramientas y la confianza para poner toda tu humanidad en juego, frente a la necesidad que tienes delante. Posee un equilibrio interesante entre la libertad de acción y el acompañamiento en la toma de decisiones.
La única posibilidad de que exista un impacto sostenible en los países en vías de desarrollo es apostar por una cooperación cercana, capilar, reforzando el factor humano como instrumento de cambio permanente. Esto debe llevar a repensar seriamente ciertos criterios de eficiencia que la cooperación demasiado técnica utiliza hoy en día, cometiendo el error de apostar mucho más por lo cuantitativo que por lo cualitativo.