Actualmente una de las mayores preocupaciones del gobierno haitiano para el desarrollo del país es la grave deforestación, que aumenta los efectos de los desastres naturales y disminuye la producción de los suelos agrícolas. Esta deforestación se debe en gran medida a que la única fuente de energía es el carbón vegetal. Un equipo formado por tres españoles; Carlos Fresneda, enviado especial de El Mundo a Nueva York, José Andrés, afamado cocinero y presentador de un programa de cocina en EEUU, y Manuel Vilchez, principal promotor de esta causa, traen a Haití un revolucionario proyecto llamado The Solar For Hope, con el que se espera disminuir de forma drástica el consumo de carbón, sustituyéndolo por una fuente de energía mucho más económica y ecológica; el sol.
Entendiendo que en los países en desarrollo el mayor consumo de energía suele ser para cocinar los alimentos, han traído hasta Haití 10 cocinas que permiten hervir agua con pleno sol en 8 minutos.
El viernes 9 quedamos con ellos y con el equipo de CESAL-Republica Dominicana en la frontera, y después de cuatro horas peleándonos con la policía dominicana, y posteriormente con la haitiana, por fin conseguimos que la caravana de cuatro vehículos entrara en el país más pobre de América. El primer destino para este grupo de tres españoles era Fonds Verrettes: zona rural, aislada y casi desértica en la que trabajamos desde hace tres años en proyectos de agua, nutrición, agricultura y protección de suelos. La población de Fonds-Verrettes gana de media menos de 1$ diario, la desnutrición infantil es elevada, y las familias sólo tienen dinero para comer arroz dos días a la semana.
Y en ese remoto pueblo, frente a la oficina de CESAL, fue donde el equipo de españoles liderado por José Andrés se puso a montar la primera cocina solar de Centroamérica. Pero era tarde y caía el sol, y aunque su objetivo era concienciar y demostrar a todo el equipo de CESAL - inicialmente escéptico (empezando por mí mismo) - que la cocina funcionaba, no nos dio tiempo a cocinar nada. Así que el gran cocinero, mostrándose un apasionado de la revolucionaria fuente de energía, decidió quedarse una noche en Fonds-Verrettes mientras el resto del equipo salía con destino a Puerto Príncipe, y así, a la mañana siguiente, hacernos la demostración de la cocina solar.
Y fue una noche realmente excepcional. En un ambiente cercano, después de poner alguno de sus programas a los boquiabiertos chiquillos de Fonds-Verrettes, decidimos irnos a dar una vuelta por el pueblo para intentar cenar algo (aún ninguno de los dos habíamos comido nada en todo el día). Lo que encontramos fue una casucha hecha con madera en la que una mujer en cuclillas freía trozos de cerdo en una abollada sartén. Pedimos cerdo con banana, y a José Andrés le parecieron excepcionales, y sin duda lo eran. Así, tras la cena y un rato de charla nocturna, José Andrés, que venía de Washington de recibir un premio de manos de Michelle Obama, se subió a una de las literas de nuestra modesta casa para inmediatamente quedarse dormido.
Pero la noche no fue muy larga, y a las 5:00 el gallo de la casa de al lado comenzó a cantar (es un eufemismo, más bien graznaba o rebuznaba pero con voz de gallo) y, a pesar de las paredes, parecía que estuviera metido dentro de la habitación. Eso, junto con un sinfín de sonidos propios de una aldea, hizo que no pudiéramos dormir mucho más. Nos levantamos bromeando con la posibilidad de meter el gallo en la olla junto con el arroz.
A las 9 de la mañana, con los primeros rayos del sol, sacamos la cocina al patio, empezamos a cocinar y la gente fue llegando. Estábamos preocupados porque las nubes impedían que la cocina calentara como debía, pero según comenzamos a cortar la cebolla, el sol del Caribe empezó a hacer su trabajo. Lo que iba a ser una demostración, se fue convirtiendo poco a poco en una pequeña fiesta y, mientras, el arroz con guisantes y maíz se seguía haciendo. Empezamos a servir platos y la olla iba bajando. Cuando se nos acabó el arroz habíamos repartido más de 50 comidas, pero aún quedaba mucha gente por comer. La preocupación se reflejaba en el rostro de José Andrés, no sabíamos si hacer otra comida, algo rápido y con pocos ingredientes... hasta que se le ocurrió la idea. Cortó el pan, lo echó en un refrito de cebolla y ajo, sacó los botes de sardinas que teníamos guardados... y en menos de 30 minutos hizo unas migas con sardinas. Os podéis imaginar la cara de la gente!
A última hora, mientras recogíamos para salir pitando hacia Puerto Príncipe, José Andrés se puso a repartir alguna pegatina de Solar For Hope a los niños, y claro, un minuto después estaba rodeado de niños (era la cuarta vez que estábamos totalmente rodeados por niños en menos de un día) ilusionadísimos pidiéndole pegatinas.
Estos días, en Puerto Príncipe, CESAL y SOLAR FOR HOPE hemos seguido trabajando y visitando lugares juntos, y compartiendo experiencias. Pero me gustaría contaros una a nuestra llegada a la capital. Allí nos esperaban Manolo y Carlos, en una comisaría donde (extrañamente) habíamos quedado para ver el partido del Madrid-Barça. Nos decían, y luego confirmamos, que en esa ‘comisaría' eran especialmente apasionados del futbol. Era en realidad un grupo de tiendas de campaña en una pequeña explanada donde hacían los informes y las reuniones. Incluso habían tenido que improvisar una cárcel. A la entrada del campamento se veía un cartel con fotos en las que se mostraba cómo la antigua comisaría había quedado completamente destruida tras el terremoto, y las fotos de las personas que allí habían perdido la vida. Sin embargo, y eso es lo apasionante de lo que estamos viviendo aquí, unos metros detrás de un cartel tan representativo de este drama, estaban los policías riendo, tomando cervezas y disfrutando del partido. Esta imagen se nos presentaba como una muestra más de cómo la vida y lo cotidiano necesariamente se abren paso a través de los amasijos de hierros y cascotes.