Monseñor Gerardo Zerdin, misionero franciscano de nacionalidad croata y obispo del vicariato de San Ramón en la selva central peruana, ha visitado recientemente Madrid con el objetivo de buscar apoyos junto a CESAL para un proyecto educativo con jóvenes de comunidades indígenas.
¿Cómo llegó a Perú y con qué misión?
Llegué a Perú hace 34 años con otros 2 jóvenes franciscanos. Estábamos terminando los estudios teológicos en la universidad de Zagreb cuando nos fue a buscar el obispo de entonces, Mons. Luis Blas Maestro porque necesitaba colaboradores para Perú. A los 3 meses de su visita llegamos a la selva central peruana.
En la actualidad somos 30 sacerdotes en una diócesis de 80.00 km2, similar a la superficie de Austria. Existen todavía muchos lugares del vicariato apostólico donde no se ha llegado todavía. Las comunidades amazónicas son muy dispersas y a veces muy inaccesibles....
La mayoría de los sacerdotes somos misioneros franciscanos, sobre todo españoles e italianos, y aunque se ha dado alguna vocación nativa son todavía escasas.
La labor de los misioneros tradicionalmente se ha centrado en la creación de escuelas y en la educación, así como en las visitas a las comunidades más aisladas. La misión es enseñar la palabra de Dios y los valores cristianos, unos valores que no sólo tienen que ver con la palabra sino también con la acción. El misionero tiene una acción social y caritativa muy fuerte: los que necesitan asegurar su futuro, su territorio, sus tierras, acuden a nosotros.
¿Cómo ha cambiado su tarea en estos más de 30 años, especialmente desde que ha sido nombrado Obispo?
Es muy bonito ver el crecimiento que se ha dado en estos años, aunque ha habido muchos tiempos difíciles, especialmente por el terrorismo. Mis 5 primeros años trascurrieron en la provincia de Atalaya y desde aquí recorría diferentes comunidades surcando el río Ucayali y el río Tambo. Después estuve 10 años en Jumaría, en una misión franciscana con el pueblo Shipibo, era la base desde donde visitaba a las comunidades ribereñas. Después fui nombrado párroco de Atalaya, donde pasé 11 años, coincidiendo con el periodo en el que empezaba a cesar el terrorismo. Fue el momento de empezar una nueva etapa en la vida de la región y visitar los pueblos del Ucayali, ayudándoles en la formación y la creación de escuelas. Empezamos también a preparar a las comunidades indígenas para que no fueran sólo destinatarias sino que participasen ellas mismos en la evangelización, por lo que nos reuníamos cada año en encuentros de formación de animadores.
En el 2002 me llega el nombramiento como obispo del vicarito apostólico de San Ramón, al que pertenece Atalaya. Fue algo totalmente inesperado, y nada fácil para mí de aceptar porque implicaba desplazarme a vivir a San Ramón donde está la sede del Vicariato y dejar a medias todos los trabajos en Atalaya.
Pero a pesar de pasar menos tiempo con las comunidades del que me gustaría a priori, desde mi nueva tarea he podido ver surgir proyectos muy interesantes y seguir muy de cerca algunos de ellos, en los que hemos apostado todas nuestras energías porque sabemos que pueden hacer un gran bien al futuro de estos pueblos: tal es el caso de la universidad para indígenas que se ha puesto en marcha en Atalaya.
¿Cómo surgió la idea de la universidad intercultural y bilingüe?
Durante muchos años hemos ayudado a numerosos jóvenes a que se formen, ahora tienen la oportunidad de contar con una estructura de calidad, en su lugar de origen, que responda principalmente a la necesidad de formar docentes bilingües y bien capacitados técnicamente para enseñar en las comunidades nativas, y en grado de asumir un liderazgo en sus propias comunidades. Se buscó ayuda a nivel gubernamental pero no hubo respuesta. Hace 2 años encontramos un aliado para nuestro proyecto en la Universidad Católica Sedes Sapientiae de Lima, y a través de ella en CESAL.
¿Qué le ha traído por España?
Sin la ayuda de CESAL, a través de la financiación de la Junta de Comunidades de Castilla La Macha, habría sido imposible iniciar este sueño. Después de un año y medio se han sentado las bases del proyecto: se han construido las primeras aulas, el albergue para hospedar a los alumnos - muchos viven a 8 horas o más de viaje por río a sus comunidades -, la biblioteca y algunos talleres de producción que sirven para la auto-manutención de los alumnos y profesores. Sin embargo el proyecto actualmente en marcha cubre una quinta parte de lo que es el conjunto del mismo: faltan nuevas aulas y estructuras, equipamientos, sistemas eléctricos, de canalización de aguas y saneamiento, consultorio médico... Por eso, hemos aprovechado estos días en España para intentar seguir sumando esfuerzos: quedamos a la espera confiando en la providencia y en la generosidad de los españoles, que tengo que decir, siempre han sido los que más nos han ayudado.
¿Cuál es la mayor aportación que una ong como la nuestra puede hacer?
Lo mejor es el acompañamiento que se nos hace, además de a buscar financiación, a fortalecer nuestra capacidad de elaborar los proyectos, y de acometer y gestionar proyectos que tienen una dimensión grande como es el caso de la universidad.
Considero que la labor de las ongs, como la nuestra como iglesia, tiene que ser como la levadura: " Movilizar las fuerzas para responder a las necesidades". La levadura viene de fuera pero se integra y después desaparece. No se interpone o sustituye a quienes tienen que crecer y adueñarse de su propio camino.
¿Cuáles son las mayores dificultades a las que se enfrentan las comunidades indígenas de esta zona de Perú?¿Y sus potencialidades?
La potencialidad es la Amazonía y sus recursos, y las mismas personas. Pero a veces todo esto está dormido o no se utiliza adecuadamente. Existe un grave riesgo por la explotación de la madera y del petróleo, y de la producción ilícita de droga; todo esto trae como consecuencia un "aparente" desarrollo, pero en realidad no es verdadero, ya que las relaciones humanas están deterioradas y sólo se generan vicios y violencia y ninguna felicidad real.
Nosotros queremos ayudar de otra manera, no con actividades para conseguir dinero "rápido y fácil" del que al final sólo se benefician unos pocos. Estamos preocupados por el futuro de la amazonía y del mundo, y esto no es un miedo, es una atención a los datos que tenemos delante: la agresión de la naturaleza, la falta de justicia y paz para los pueblos. Como iglesia tenemos que estar vigilando continuamente estos problemas.
¿Cómo es la fe de su pueblo? ¿Cómo ve el papel de cristianismo en un mundo tan descristianizado?
Hay un gran contraste. Por un lado estamos bajo la influencia de un mundo globalizado que no necesita la fe, y sin embargo, acepta muchos mitos modernos con facilidad. Por otro lado también consideramos que el tiempo es propicio y que las comunidades indígenas buscan profundizar su fe y crecer. Muchos valores que la fe refuerza, el valor de la familia, de la ayuda comunitaria, la solidaridad, están presentes en estas comunidades - aunque no siempre se practican-, a diferencia de la sociedad moderna que se va atomizando cada vez más. La fe aquí es diferente, es una fe que reflexiona, que ve las cosas y trata de darles sentido, es una fe de diálogo con el mundo, con la naturaleza, no tanto de ritos o manifestaciones religiosas.
Por otra parte, se trata de comunidades que han sufrido mucho por la violencia y la pérdida de vidas humanas a causa del terrorismo. Muchas de estas comunidades sienten que es necesario algo que les haga fuertes frente a la violencia, algo que pueda prevenir que se vuelvan a reproducir situaciones como las vividas, algo que les permita también perdonar a quienes han hecho mal... Son las mismas comunidades las que nos buscan porque sienten esta necesidad. Ellos ven en nosotros que estamos aquí no para juzgar a las personas, sino para ayudarlas a crecer, y para afirmar el valor de toda criatura por encima de algunas creencias: todavía en las comunidades existen muchos tabúes y prejuicios, por ejemplo hacia las personas que nacen con alguna diferencia física. El evangelio lo que hace es "iluminar" o sacar a la luz las situaciones inhumanas para convertirlas en humanas.
¿Cómo ve el futuro de Perú?
Si el pueblo no espera justicia, el Estado no hará justicia. Por eso es fundamental la educación.