“Os escribo para daros las gracias por vuestra disponibilidad y por vuestro esfuerzo en las actividades que cada uno realizáis como voluntariado. Estamos juntos en la tarea de acompañar y apoyar a cada una de las personas que se acercan al CEPI, así como en la tarea personal de crecer y aprender cada día un poco más”.
Así empezaba el correo electrónico que convocó el pasado 23 de enero a voluntarios y voluntarias que este año colaboran con CESAL a través del CEPI de Tetuán. Once personas que desde septiembre son parte crucial del trabajo que nuestra organización lleva a cabo para apoyar a la infancia y las familias más vulnerables de este barrio madrileño.
Como toda sesión formativa, el encuentro se planteó como un espacio donde aprender y compartir. Es importante que el voluntariado tenga una visión más amplia de la organización en la que colabora. Si queremos que comprenda el alcance de su esfuerzo hay que ponerlo en relación con el conjunto de piezas que se mueven y hacen posible toda nuestra organización, la que une realidades, en los países del Sur y aquí, en España.
Fue una sesión muy especial. Que una ONG convoque a su voluntariado entra dentro de lo que cabe esperar. Sin embargo, no es tan habitual reunirnos para hablar sobre las motivaciones que impulsan la labor voluntaria y hacer un alto en el camino para reflexionar sobre el tramo recorrido, siempre pensando en cómo mejorar, cómo seguir avanzando juntos. Mejorar significa hacerlo mejor con los niños, con las niñas y con las familias que cada día llegan hasta el CEPI.
“Yo no soy voluntaria porque no tenga otra cosa que hacer. Muchas veces vengo enfadada por algo que ha pasado en mi trabajo y cuando salgo de aquí me voy a mi casa feliz”, nos comenta Inés. Claudia, por su parte dice que “es por egoísmo propio. Ves cómo avanza la clase, la solidaridad que se genera en el aula… lo que vivo cada día me hace aprender a mí”.
Jaime Z. confiesa “me siento cuidado por vosotros. Me siento protagonista de este camino. Mi urgencia es entender el porqué de la vida y venir aquí me ayuda a este fin”. Jaime O. nos confía que “venir aquí me ayuda a entenderme a mí mismo. Es una experiencia que te ayuda a mirar mejor a los demás”.
Raúl, que cuando llegó como voluntario al CEPI, hace ya unos años, vino algo escéptico, reconoce que “ahora es algo imprescindible en mi vida. Más que hacer voluntariado, lo que siento es que se establece una auténtica relación entre nosotros”. Jesús, el más veterano, dice “no vengo aquí a probarme. Ya soy jubilado y ¡me doy cuenta de que estoy empezando! Esto es un renacimiento. Lo poco que hago fructifica”.
Impartir clases de español o clases de refuerzo escolar es el motivo inicial que hace que Jesús, Jaime, Raúl, Inés, Claudia y otros como Juan, Bárbara, Juan Antonio, Mariana o Felipe acudan a su cita semanal del CEPI, pero el fruto que ven crecer en las personas a las que apoyan, constituye la motivación para que en cuanto salen del CEPI piensen ya en el siguiente día que van a volver.