En Perú, un giro inesperado y drástico en la vida de las familias
Desde que la COVID 19 entró en Perú, la vida de muchas familias vulnerables ha dado un giro inesperado y drástico. Como la de la familia Rupay Palomino, que vive en Huachipa, uno de los barrios marginales a las afueras de Lima, donde trabajamos desde hace más de 20 años.
María es madre de dos hijos y hasta el inicio de la pandemia se ganaba la vida vendiendo pasteles. Durante el confinamiento vio paralizada su actividad y ahora que la ha retomado, sus ventas son escasas, por lo que, a duras penas consigue mantener a su familia.
Con su esfuerzo ha logrado que sus dos hijos estudien, pero no cuentan con los recursos suficientes para poder seguir sus clases a través de Internet. Incluso su hijo mayor, Ronaldo, que había empezado a estudiar ingeniería de sistemas, y siempre tuvo buenas notas, ha tenido que abandonar su carrera y, con ellos, el sueño de tener una vida mejor.
Situaciones similares viven muchas familias vulnerables en Perú, a las que, a su situación precaria, se ha sumado la crisis socioeconómica que ha traído la pandemia. Ahora, muchas de estas familias solo pueden sobrevivir porque les seguimos ayudando.
En Huachipa,
Haití, sobrevivir a duras penas
A finales de 2019, Haití volvía a la normalidad tras un año sacudido por una gran inestabilidad política. Las escuelas permanecieron cerradas una buena parte del año. Al poco tiempo, llegó la pandemia y las escuelas volvieron a cerrar, como también tuvieron que hacerlo los comercios y las actividades productivas del país. La infancia esta siendo muy perjudicada durante todo este tiempo, por el sufrimiento al que se ve sometida y al verse privadas de nuevo de uno de sus derechos fundamentales, la educación.
La COVID-19 comenzó en Haití a mediados de marzo. Prevenir esta enfermedad pasa por observar una buenas normas higiénicas, para lo que se necesita agua, un bien escaso en el país; y lo es más aún en la zonas rurales, donde el 70% de la población carece de acceso.
Las familias sobreviven a duras penas. No en vano Haití es uno de los países más pobres del mundo y la emergencia sanitaria es un obstáculo que se suma a las catástrofes cotidianas que la población sortea cada día.
En el Distrito Escolar de Thiotte,
Con estas acciones hemos conseguido llegar a 1.200 personas, que de no haber sido así, no hubieran podido enfrentarse la pandemia.
Venezuela, emergencia sobre emergencia
Antes del inicio de la pandemia, la precariedad sanitaria, la escasez de alimentos y de medicinas, de agua, los cortes de electricidad y el desabastecimiento de combustible, obligaron a migrar a millones de personas del país. Con la llegada de la COVID 19, estas condiciones previas pusieron de manifiesto la imposibilidad de la población de atender las recomendaciones básicas de prevención, una pastilla de jabón cuesta lo mismo que 1 kg de alubias. También han dejado patente la carencia del sistema de salud de hacer frente a los casos de contagio.
Ya durante el año anterior, la malaria afectó como en ningún otro lugar y habían reaparecido enfermedades que se previenen con vacunas y medicación básica. A esto hay que sumar las condiciones de pobreza y desnutrición en la que está sumida la mayoría de población. En este contexto, el coronavirus ha recrudecido la emergencia preexistente.
En el Tocuyo, dada la situación previa a la emergencia sanitaria, empezamos a colaborar con las Hermanas del Sagrado Corazón. Desde la escuela, estaban ofreciendo una comida saludable a los niños y niñas de 5 a 9 años en riesgo de desnutrición.
La pandemia ha cambiado la elaboración de menús por la entrega de alimentos a las familias. De este modo se garantiza su sustento.
En el Tocuyo,
Mozambique, violencia, desplazamientos de población y coronavirus
Desde hace dos años, estamos presentes en la provincia de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. Es una zona remota, aislada del resto del país y su población ha padecido desnutrición crónica.
Las infraestructuras básicas como carreteras u hospitales brillan por su ausencia; no hay agua potable; y la economía es de pura subsistencia. En 2019, dos ciclones vinieron a complicar la ya difícil situación de la población, que también es víctima, desde hace tiempo, de la violencia que padece la región.
Esta violencia no tiene un origen claro y se mezclan intereses económicos, tráfico de estupefacientes, de marfil o la existencia de milicias islamitas. Muchos intereses cruzados y, en medio, una población muy vulnerable. Ya son más de 250.000 las personas desplazadas que huyen de la violencia y de la pobreza, generándose una grave situación desde el punto de vista humanitario.
La población que permanece en la zona vive con miedo al siguiente ataque. Desde hace unos meses, ha aparecido un nuevo enemigo, el coronavirus. Hay un brote grande de COVID 19 en la provincia y la pobreza hace más difícil la contención de su expansión.
En Cabo Delgado,